Hijas e hijos desaparecidos, cuando la maternidad se vuelve un acto político
Las mujeres que son madres y sufren la desaparición de un hijo o una hija, harán lo que sea por llevarlos de vuelta al regazo, aunque eso implique abandonarse a sí mismas y sus sueños, a exponerse y convertirse en blanco del crimen, pues aprenden ante el desdén de las autoridades que nadie más que ellas podrá encontrarlos
Por Scarlett Nordahl / #HastaEncontrarles*
Ninguna de ellas nace siendo profesional, mucho menos en localizar personas desaparecidas. En México hay 100 mil hombres y mujeres que siguen sin volver a su casa y son las madres de estas -en su mayoría- quienes las buscan y dejan el rol tradicional del cuidado y la crianza por asumir otros que corresponden a las autoridades.
Ese cambio es hacia una maternidad política, como lo explica la académica Karla Jazmín Galindo Vázquez en su tesis “La Maternidad política en el grupo de las rastreadoras de El Fuerte”. Los roles se transforman cuando alguna de las hijas o hijos no regresa a casa. Las madres, de manera tradicional, se sienten responsables de la crianza y cuidado, entonces asumen, ante las desapariciones, que son las únicas con la responsabilidad de traerlos de vuelta.
“A las mujeres se les responsabiliza no sólo del cuidado, si no del destino de los hijos y las hijas, entonces si yo tengo un hijo que fue arrancado del hogar, es mi responsabilidad traerlo de regreso ¿Cómo? Como sea, como este”, dijo Galindo Vázquez, quien también es activista feminista.
Galindo Vázquez centró su estudio en un grupo de madres que se dedican a la búsqueda de personas desaparecidas en el norte de Sinaloa, donde encontró que las mujeres que integran esta organización trasladaron sus manifestaciones de identidad tradicional de género. Llamó a esa migración como maternidad política.
“Ellas, desde el dolor de su pérdida, se organizan de manera formal y, bajo cánones profesionalizantes, encuentran herramientas para las búsquedas, de esta forma dejan los roles tradicionales de ser madres y amas de casa para convertirse en agentes sociales y políticos” (Galindo, 2020, p.7).
Suplir los vacíos de la autoridad
La académica sostiene que donde se da un fenómeno de ruptura sobre la maternidad tradicional, que pasa de ser amorosa y entrañable por otra de carácter político. Bajo este nuevo rol, la madre suple los vacíos de autoridad que debería otorgarle el Estado, como lo son la búsqueda y localización de su ser querido.
Ante la falta de asistencia, las madres estrechan lazos de acompañamiento y activismo con otras familias, quienes atraviesan una situación similar a la suya. Es entonces cuando haciéndose valer de herramientas y conocimientos de investigación sacados al vapor, pero bajo el impulso del amor que sólo una madre puede sentir por su hijo, relevan, aseguró Galindo Vázquez, a un Estado al considerarlo omiso.
A la fecha, de acuerdo a cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda, en Sinaloa existe el registro de 5 mil 464 personas que actualmente se encuentran desaparecidas. La mayoría de ellas son buscadas por sus madres.
Este estado ha sobresalido en el País por el gran número de desapariciones y la localización de fosas clandestinas. Hasta hoy se cuenta con casi 400 fosas clandestinas abiertas y casi todas fueron hallazgos de mujeres que decidieron tomar palas, aprender técnicas forenses y hacer de policías investigadoras en medio de la barbarie.
Eso ocurre porque hay autoridades que han dejado vacíos históricos, como la falta de cuidado sobre quienes son localizados pero no cuenta con muestras genéticas que ayuden a su identificación. Así hay alrededor de mil 700 cuerpos y restos distribuidos en fosas comunes de 14 panteones, gavetas del Servicio Médico Forense y en cuartos fríos de funerarias privadas.
Maricela Carrizales, fundadora del Colectivo Por las Voces sin Justicia, que congrega a 25 familias en Mazatlán, dijo que esos vacíos son por una falta de sensibilidad de las autoridades, sobre todo de fiscales que no sienten la necesidad de recuperar a sus familiares. Para una madre, que atraviesa por una ausencia, la única persona capaz de llevar a su hijo o hija de vuelta a casa, es ella misma.
“Yo jamás dejaré de buscarlo. Si no lo hacemos nosotras, nadie lo hará por nosotras. Nadie, ni la autoridad. Y eso yo lo digo, si no lo hago yo, nadie va buscar a mí hijo, porque a nadie le duele más que a uno que es madre. Porque uno los parió, uno los tuvo”, aseguró la mamá de Alejandro Martínez Carrizales, quien fue desaparecido el 12 de julio de 2020 en Mazatlán, Sinaloa.
“Si tengo que ir al infierno, pues ni modo”
En Sinaloa nueve de cada diez cuerpos desaparecidos son localizados por colectivos de madres rastreadoras. A pesar de las adversidades, carencias, opacidad, falta de garantías de seguridad y constantes amenazas, las organizaciones no se detienen, sino que se arropan entre quienes los integran, acompañan y guían en medio del dolor.
A la par del trabajo de búsqueda, se genera entre sus miembros un acompañamiento emocional para sobrellevar el duelo y la angustia. Por ello, es común que cuando un miembro del colectivo encuentra a su hijo o hija, este no deja al grupo. Siguen en la lucha.
“Esta idea de colectividad en ellas se siembra y se vuelven grupos sólidos, se vuelven acompañantes del dolor de la otra. Visibilizan el problema ya como colectivo y si te das cuenta la mayoría de las veces cuando una encuentra a su hijo y a su hija no se va del grupo ¿Por qué? Porque ya hay conectividad, adoptan a los desaparecidos como sus otros hijos y le regresa el apoyo a la otra que estuvo conmigo, con el dolor de buscar y de encontrar a mi hijo. Ellas se vuelven red y politizan el dolor y en colectivo se suman a la búsqueda de sus demás hermanas, porque se vuelven familia”, apuntó la Maestra en Trabajo Social Galindo Vázquez.
Por ejemplo, Irma Arellanes Hernández, fundadora de Tesoros Perdidos hasta Encontrarlos, colectivo que congrega a más de 50 mujeres, refirió que jamás imaginó ser cabeza de una organización, a aprender a exigir, alzar la voz, hablar en público, capacitarse y ejecutar labores de investigación desde la nada.
“Yo en ocasiones siento que fallé como mamá, muchas cosas se me viene a la mente que tal vez no supe ser buena madre, pero si se trata de buscarlo y tengo que ir al infierno pues ni modo, tendré que ir allá abajo y traerlo de regreso”, dijo Irma, madre de Irving Alain Cortez Arellanes, quien fue desaparecido el 7 de julio de 2017 y localizado sin vida 20 días después.
Además, Arellanes habló de algo en lo que muchas mamás buscadoras coinciden: siente culpa. Ella es consciente de que lo que le pasó a su hijo no es su responsabilidad y, lo que sufren miles de madres en Sinaloa, es un dolor del cual nadie es merecedor, aun así siente que lo pudo evitar.
Colectivos como motor de las búsquedas
Galindo Vázquez aseguró que las mujeres, una vez que se convierten en sujetos políticos y motores de acción, lo que antes era prioridad quedó en segundo plano para quienes son madres, resignificando así la idea de maternidad, rompiendo el esquema y ganando, dentro de la pérdida, autonomía haciendo política.
“Ganan autonomía porque al final ellas toman decisiones que antes creían que no podían tomar, incluso frente a la pareja y al esposo, hay quienes te dicen ‘No es que mi marido se ponía súper enojado porque me voy a búsqueda, pero a mí no me importa, yo me voy a buscar a mi hijo porque yo así lo decido”, eso es ganar autonomía en las mujeres, tomar decisiones y obviamente genera fricción en su contexto familiar”, dijo la también activista.
Para estas mujeres, las redes de solidaridad son valiosas y vitales, es algo que la feminista comunitaria Lorena Cabnal describe como ‘acuerpamiento’, es decir, la acción personal y colectivo de los cuerpos indignados ante las injusticias que viven otros cuerpos y proveerse entre sí, energía política para resistir y actuar contra las múltiples opresiones que existen en la sociedad.
Las mujeres, dentro del dolor, encuentran apoyo y solidaridad en lo colectivo, el problema que las llevó a esa transformación deja de ser propio y adquieren una nueva familia que se acompaña, que lucha, que grita hasta encontrar a todas y todos los desaparecidos.