La construcción de la memoria a través de la apropiación del espacio público
La intervención de paredes, plazas públicas, árboles y más espacios para visibilizar a las personas desaparecidas, son un acto de memoria colectiva. Es una forma más de buscar en un país como México, donde hay más de 100 mil personas que siguen sin ser localizadas.
Por Scarlett Nordahl / #HastaEncontrarles*
En México, la búsqueda de personas desaparecidas también se hace a través de las paredes.
La apropiación de espacios públicos por parte de los colectivos de familias con personas desaparecidas en México -un país con más de 100 mil casos-, no sólo representa un llamado a las autoridades y sociedad en general por la ausencia de sus familiares. Al intervenir edificios y naturaleza con perfiles, rostros y nombres de personas ausentes, el espacio se re significa para mantener vigente la memoria ante la falta de respuestas.
En Sinaloa hay 25 colectivos que se concentran en la entidad, los cuales han realizado alrededor de 11 intervenciones de espacios públicos, entre memoriales y santuarios que fungen como lugares de resistencia.
Estos sitios, por lo regular, van de la mano con actividades culturales, rituales de fe y de protesta al aire libre que ayudan a mantener visible una problemática que ya suma 5 mil 489 casos de personas que siguen sin regresar a sus hogares en Sinaloa.
Por ejemplo, el 1 de diciembre de 2020 en Culiacán, el Colectivo Sabuesos Guerreras colocó listones de colores con los nombres y mensajes para sus desaparecidos en cinco árboles afuera de la Fiscalía General del Estado, los cuales fueron rebautizados como los ‘Árboles de la Esperanza’.
María Isabel Cruz Bernal, líder de este colectivo que alberga al menos a 400 familias con personas desaparecidas, dijo que además de esta intervención se suman la instalación de mosaicos con los rostros y nombres de sus desaparecidos en la barda perimetral de la Catedral de Culiacán; la instalación de otro ‘Árbol de la Esperanza’ en la plazuela ‘Álvaro Obregón’; así como la pega de algunos carteles y murales pintados con ayuda de colectivos como Juan Panadero en el primer cuadro de la capital sinaloense.
Para Cruz Bernal es sumamente importante que los colectivos de búsqueda salgan a los espacios públicos, a pesar de que ello pueda generar incomodidades, ya que al realizar estas intervenciones son maneras de poder honrar y recordar a los suyos.
“Incomodamos tanto a la sociedad, como al gobierno. Incomodamos a una sociedad ciega que se niega a tomar conciencia y creer que algo está pasando y a las autoridades que incluso nos señalan de contaminar visualmente. Nuestros desaparecidos no son contaminación visual, ellos faltan y los recordamos, es nuestra manera de gritar que nos hacen faltan”, aseguró la madre de Yosimar García Cruz, desaparecido el 26 de enero de 2017 en Culiacán.
INTERVENCIÓN DE ESPACIOS PARA MANTENER MEMORIA
El espacio público es el sitio fundamental para la memoria cultural, por ser una plataforma desde la cual se puede resimbolizar lo ya conocido, renombrar con el propósito de reconstruir. Esta función es especialmente importante cuando se relaciona con la violencia e impunidad que se desprende de un Estado omiso, describió Susana Torres en su texto “Ciudad, memoria y espacio público: el caso de los monumentos a los detenidos y desaparecidos”.
Es ahí, explicó la arquitecta y crítica argentina-estadounidense, cuando los monumentos, o intervenciones, se transforman en lugares donde se canaliza el duelo y a su vez se convierten en un recordatorio imprescindible, que ayude a mantener viva la memoria.
En Sinaloa, las familias de los desaparecidos han realizado intervenciones en zonas como la fachada de la Catedral de Culiacán, con la pega de mosaicos con los rostros de sus hijos; el Memorial de Piedras de los Tesoros Perdidos, realizado en la Plaza de la Mujer en Ahome; o el Santuario de los Desaparecidos instalado en la Plazuela Zaragoza, en Mazatlán.
Esta última intervención se hizo por el colectivo Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos, el pasado 13 de mayo, fundado por Irma Arellanes Hernández, quien explicó que el árbol representa vida pero no puede hablar, por lo que es un testigo mudo, ya que son debajo de las raíces de los mismos donde muchos de sus hijos e hijas desaparecidos son localizados.
Es por ello que lo convirtieron en un espacio para ir a rezarles y llorarles, al mismo tiempo sus ramas toman la función de ser un reflector que ilumina las fotografías de sus hijos y al ser altas, cercanas al cielo, les haga llegar sus mensajes de que continúan en la búsqueda de ellos.
“El árbol representa vida, él tiene vida, pero no habla. Para nosotros es un testigo mudo, él sabe dónde están nuestros hijos pero no nos puede decir. Queremos poner una Virgen y hacer como unas escaleras y colgar las imágenes en alto, todas las colectivas están invitadas. Que vengan a dejar flores y las fotos de sus hijos”, dijo Irma, madre de Irving Alain Cortez Arellanes, quien fue desaparecido el 7 de julio de 2017 y localizado sin vida 20 días después en un fosa clandestina en el puerto de Mazatlán.
El arquitecto Alejandro Aragón, de Culiacán, explicó que este tipo de expresiones son generalmente bien aceptadas por los individuos o ciudadanos que fungen como espectadores, sobre todo cuando el motivo o la carga de esa instalación tiene un mensaje relacionado a la lucha y la búsqueda de justicia.
“Desde el activismo y toma del espacio público como protesta, las intervenciones que hacen los colectivos las hacen desde esa motivación y la configuración que hacen del espacio, no solo se queda ahí, se pasa a los individuos. Por ejemplo, aquí en Culiacán, los ciudadanos aceptan muy bien ese tipo de intervenciones, porque lo miran como un reflejo de las problemáticas sociales, culturales y políticas de la ciudad”, comentó Aragón.
NO TODOS ESTÁN A FAVOR DE LAS INTERVENCIONES
Las intervenciones de espacios públicos forman parte de distintas expresiones, sucede así con los hechos por colectivos de búsqueda de personas desaparecidas en Sinaloa.
A nivel nacional hay más esfuerzos, como la glorieta por los desaparecidos en Guadalajara, Jalisco; la plaza de los desaparecidos en Monterrey, Nuevo León; loa antimonumentos en Paseo La Reforma en memoria de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero, y los 72 migrantes desaparecidos y masacrados en San Fernando, Tamaulipas y recientemente la exigencia de nombrar una glorieta en la Ciudad de México en honor y memoria para la personas desaparecidas.
Estás acciones son colectivas, que no han sido del agrado de todas las personas, sobre todo quienes pertenecen al sector político, pues tales esfuerzos incomodan y han llegado a ser removidos o no aceptados.
Francisco Terrazas, antropólogo y miembro del colectivo ‘Juan Panadero’, hizo hincapié en que todavía hay resistencia, sobre todo de parte de las autoridades locales, en torno a permitir que este tipo de expresiones tengan lugar. Hay una prioridad por proteger una imagen que busca una proyección, generalmente, relacionada al turismo.
“Quieren mantener una imagen de la ciudad positiva, es por ello que pretenden ocultar o mantener alejadas las problemáticas reales. Por ejemplo, en las letras de Culiacán, un parador fotográfico, las autoridades calificaron la pega de carteles como vandalismo, estas fueron promocionadas por una empresa privada, la cual no se posicionó al respecto. Fue el gobernador del estado en ese momento, Quirino Ordaz Coppel, quien ordenó retirarlas”, recalcó Terrazas.
Una situación similar se dio en el municipio de Ahome, el pasado 13 de agosto del 2020 en la Plaza de la Mujer. El colectivo Rastreadoras de El Fuerte, conformado por al menos 800 familias que buscan a sus desaparecidos, había instalado un memorial para sus ‘tesoros’ -como suelen decir para referirse a sus familiares desaparecidos- conformado por piedras que contenían la imagen y nombres de sus hijos, encapsulados con resina.
Mirna Nereida Medina Quiñónez, líder y fundadora de este colectivo, relató que fue el entonces alcalde de Ahome, Manuel Guillermo Chapman Moreno, quien sin previo aviso ordenó se retiraran de la plaza las imágenes que las rastreadoras habían colocado.
“De repente a los gobiernos no les gusta esto, porque algunos dicen que es basura, créeme. Nosotros tomamos un espacio, frente al monumento de la madre, en el que nosotros pusimos algunas piedras con las fotos de nuestros hijos y un mensaje hermoso, los cubrimos de resina para proteger la fotografía y el mensaje. Estuvieron ahí un año y medio, pero al presidente municipal anterior no le pareció que estuvieran ahí, dijo que eran basura y los quitaron. Hicimos una protesta por eso”, recordó la madre de Roberto Medina Quiñónez, quien fue desaparecido el 14 de julio de 2014 en El Fuerte y localizado sin vida tres años después en un pueblo llamado Ocolome, cerca de donde ocurrió el crimen.
Ante la incertidumbre por la ausencia de la persona desaparecida, el espacio público se convierte, en muchas ocasiones, en el único medio físico donde es canalizado el duelo. Funciona al mismo tiempo como catarsis y protesta, además de símbolo de impunidad y omisión por parte del Estado.
En el pasado reciente han incrementado el número de instalaciones realizadas por los colectivos de búsqueda, lo cuál ha ido de la mano con el aumento en la cifra de personas desaparecidas en México. Dichas intervenciones son más visibles en aquellos lugares donde más incómoda a la autoridad como sitios turísticos o emblemáticos de la ciudad. La razón de ser del espacio público se carga con la ausencia.